Para ser honesta, era algo que hacía varios meses me ponía un poco nerviosa. Semanas antes de dejar Estados Unidos para viajar a Europa, no paraba de tener pesadillas repetitivas todos los días en una misma semana, me despertaba en medio de la noche y parecía que había estado batallando. Tenía miedo de que al llegar a mi casa me pase aquello que había estado viviendo con anticipación.
En España; alisté todas mis cosas la noche anterior y a la mañana siguiente del sábado me levanté temprano, me despedí de mi familia española, Sofi y Toti, a quienes les voy a estar agradecida de por vida por lo bien que me trataron y me ayudaron. Me tomé el bus desde La Granja de San Ildefonso hasta Madrid y finalmente desde allí al inmenso aeropuerto de Barajas.
En un momento, empecé a sentir náuseas. Tuve como una especie de flashback de cuando era una nena y eso de sentirme descompuesta me pasaba seguido cada vez que tenía que viajar. Lo más gracioso es que nunca en mi vida había viajado tanto en un año y recién a la vuelta es cuando tengo esas sensaciones. Por suerte nada pasó, pero la verdad es que me sentí horrible.
Llegué al aeropuerto y todavía tenía unas horas para abordar, así que me dediqué a lo que mejor sabía hacer… compré comida y me senté a leer. Hasta que finalmente abordé mi vuelo rumbo a Argentina. Me despedí de Madrid con un eclipse que podía observar a través de mi ventanilla y me desperté con el amanecer de Buenos Aires.
Esperé mis valijas, las cargué en el carrito y me dirigía a la muerte misma… pasar por aduana, para mi SUERTE, al preguntarle a un guardia si debía dirigirme por ese lugar (el chequeo en aduana) me dice: “no, por favor pase por acá”… y era algo así como cuando te muestran la puerta a la luz del cielo, bueno algo así jajaj yo ya me veía desembolsillando mis pocos euros que con tanto esfuerzo pude recaudar jaja pero cuando me di cuenta estaba fuera del aeropuerto y alquilándome un servicio para llegar hasta la terminal de Retiro.
Todavía me acuerdo lo rara que me sentía, hasta de ver carteles de publicidad. Tenía que esperar mi bus hasta Santa Fe capital y faltaban varias horas… no tenía ni un peso argentino, el cajero no estaba habilitado y moría de ganas de desayunar o comer algo. No me querían aceptar ni un solo euro para venderme un yogurt. Por supuesto, agarré el yogurt y le dije esto es todo lo que tengo, le pagué y me fui.
Lo más gracioso es cuando subí al bus, y al parecer me quedé dormida apenas me senté en mi bello coche cama. Me había olvidado de cambiar el horario en mi reloj, pero sabía que a las 4pm tenía que estar en Santa Fe. En un momento me despierto, miré el reloj del bus y decía algo así como 5 de la tarde, miré mi reloj y por supuesto no me daba la hora que necesitaba y tampoco sabía a cuánto de diferencia estaba como para calcular. Pero desesperada pensando que la hora que había visto era correcta, le pregunté a una chica en el asiento de al lado si ya habíamos pasado Santa Fe…. nunca me voy a olvidar la vergüenza que sentí cuando me dijo: “No, todavía seguimos en Buenos Aires” jajaj, estaba tan pasada de horas y tan cansada que pensé que había dormido por años! Y tal vez fueron 15 minutos.
Finalmente arribé a la Ciudad de Santa Fe!!! Por una cuestión que quería llegar en la noche a mi casa, ya que era un fin de semana largo y mis amigos que estudian afuera se encontraban en mi ciudad, mi familia decidió ir a buscarme en auto hasta Santa Fe.
Mientras esperaba me senté a comer algo en un bar, cuando sentí que me taparon los ojos y era mi papá, que hacía ya un año y 3 meses que no lo veía!! La verdad que fue tan lindo reencontrarme otra vez con todos, si bien a mi mamá y a una de mis hermanas había visto hace no mucho tiempo no veía la hora de verlas otra vez a todas.
