Finalmente aterrizamos en Madrid y nos dirigimos hacia La Granja de San Ildefonso, donde por suerte ya teníamos trabajo esperando por nosotras. Todavía me quedaban un par de semanas en Europa antes de volver a mi querida Argentina, pero con Sofi nos dedicamos a trabajar y cada tanto íbamos a Madrid, visitábamos Segovia, o salíamos en las noches y demás. Yo volví a mi puesto de “ayudante de cocina” y a limpiar pisos y baños… me hice mis buenos ahorros y como me la pasaba en el restaurant, básicamente no tenía muchos gastos.
La vida en La Granja no tenía mucho de aventurera pero la disfrutaba un montón por el simple hecho de que para mi ya era una aventura el estar viajando, detenerme un poco para trabajar e intentar no quedarme sin un “duro”, que es a lo que los españoles llaman de manera informal a la moneda. Tenía la tarjeta de crédito de mamá, pero después de un tiempo que me mantenía por mis propios medios me daba cosa usarla; algo que hoy en día no pasa jaja.
Nada es gratis. Algo que aprendí en los Estados Unidos es que mi trabajo vale, y mucho más cuando es extra. En donde laburábamos con Sofi hacía mucho de trabajo y horas extras, que por supuesto las hacía con gusto pensando que la paga que iba a recibir era grande. Llegó el fin de semana y cuando recibí el dinero me quedé enfurecida, así que hablé con el dueño del restaurant y le dije que mi hora extra no vale un mísero euro, y que si esperaba que me quede más tiempo de lo debido me tenía que pagar lo que correspondía, pero por suerte llegamos a un acuerdo.
Junté un poco de dinero y unos días antes de irme me escapé a Segovia y me dediqué a comprar algunos regalitos para la familia, tampoco fui tan generosa pero al menos no llegué con las manos vacías y pidiendo agua jaja, porque desde el momento en el que comenzaron a salir pajaritos de mi billetera mientras estaba en Londres, me imaginaba volviendo a casa hecha un desastre.
Seguir viajando. En el restó había llegado a un acuerdo; la última semana de mi estadía ya no iba a trabajar porque quería tomarme unos días para irme a Alemania. La verdad es que tenía muchas ganas de conocer ese país pero mi espíritu de viajera se estaba sintiendo un poco agotado, por lo tanto a último momento desistí y finalmente trabajé hasta el día antes de dejar España.