Roadtrip por Nueva Zelanda: El día que pusimos Diesel en lugar de nafta 

Queríamos volver sólo 10 minutos atrás en nuestro día. Nuestras caras eran únicas de ver y no sabíamos si reír o llorar… En realidad creo que nos reíamos para no llorar. Estábamos varados con un auto prestado en Mount Cook, al sur de Nueva Zelanda.

Eran alrededor de las 7 de la tarde, el sol en ese lado estaba desapareciendo de a poco entre las montañas nevadas. El viento era tan fuerte que me hacía mover por más que ponía resistencia. Flor estaba sentada atrás, me avisaba cada vez que se acercaba un auto y yo salía corriendo para preguntar si podían tirar el nuestro hasta Twizel, a unos 30 ó 45min. Mike estaba en el asiento del conductor, era su primer día manejando del lado derecho, muy fallido el intento ya que apenas condujo sólo 1 minuto después de haber dejado la gasolinera.

Flor, además de avisarme a mi le decía a Mike que toque bocina. Las carcajadas a razón de todos nuestros movimientos y el de la señorita mandoneando detrás del auto eran épicas. Cuando les contaba lo que había pasado a quienes frenaban (admito que todos pararon a ver qué necesitábamos 🙂 ) sus caras me ponían aún más nerviosa, sabía que este chiste iba a ser el más caro de mi historia.

Decidimos llamar a uno de nuestros compañeros de trabajo, Gábor. Le dije que habíamos puesto Diesel en el auto y su expresión nos hundía más en la preocupación. Habló con el chef  del restaurante y nos dijo que en Nueva Zelanda está prohibido que alguien tire tu auto si no está autorizado pero que aguardemos a que llegue nuestra jefe. Decidimos llamarla directamente, no podíamos esperar más. Cuando pensás que te van a decir: “no pueden ser mas boludos”… Esta mujer lo minimizó todo con una risa y dijo que iba a llamar a la grúa. Al rato nos llama para decir que uno de los chicos iba a ir a buscarnos y que dejemos el auto ahí que la AA lo iba a levantar a la mañana siguiente y que ese cuento nos iba a costar 600 dólares neozelandeses ?

Nuestras caras eran aún peores. Es ese momento en el que te preguntás en qué momento te descuidaste y dejaste que eso pasara. Gábor nos llama y nos dice que no nos preocupemos, que apenas terminaban de trabajar en la cocina iban a buscar una soga para tirar nuestro auto y nos iban a buscar, que tengamos paciencia que eso iba a tomar como unas 2 horas. Les queríamos besar los pies.

Estábamos en Mt Cook principalmente para visitar a una amiga por lo que cuando se enteró que todavía estábamos barados ahí nos invitó a su casa nuevamente. Al principio Flor y yo no queríamos dejar el auto solo pero finalmente nos convencieron ya que hasta que nos “rescatasen” teníamos entre 1 y 2 horas.

Eran casi las 10:20 de la noche cuando decidimos volver al auto, llovía tan fuerte que nos dolía en la cara cada vez que nos pegaba una gota, hacía frío y el viento era más fuerte que nunca. Corríamos en la oscuridad, con la luz incipiente de un celular, casi adivinando las calles para volver a encontrar el auto. Parecíamos estar en una película. Entramos en el auto agitados y empapados desde la cabeza a los pies.

Fue un perfecto timing… apenas 5 minutos después visualizamos una camioneta, eran los chicos que llegaron para tirar el auto. Uno de ellos no había estado en Mt Cook antes por lo que llevó su cámara y me pidieron que les saque una foto antes de comenzar la vuelta, las risas comenzaban y eran todo un alivio. Obviamente no se veía nada y eso aún causaba más risa. Entre la oscuridad y la lluvia lograron enganchar los autos y emprendíamos la larga vuelta a casa.

Edoardo, Máté y Gábor supuestamente señalando el Mt. Cook aunque les dije que de ese lado no estaba. Pero bueno.

Entre Mt Cook y Twizel se corta la cuerda, todavía faltaban unos kilómetros para llegar. Edoardo nos lleva de vuelta a Omarama para buscar otra soga y volver. Nos dejaba a nosotros ahí ya que al otro día trabajábamos a las 6:30am. En el camino pudimos observar un arcoiris, sí era de noche y fue increíble poder apreciarlo, entre todo lo que habíamos pasado y lo largo que se había hecho nuestro roadtrip frenamos en la ruta y hasta Máté, uno de los chicos, pudo tomarle algunas fotos. Lo consideré como uno de esos regalos lindos que se puede llegar a tener al final de un día de esos.

Casi llegando a Twizel

Arcoiris nocturno

El arcoiris nocturno. Foto tomada por Máté

Eran alrededor de las 2am cuando llegamos a casa, exhaustos y hasta un poco frustrados. Pensábamos que íbamos a tener que comprar otro auto y nos preocupaba principalmente que no era nuestro, sumado que todavía no habíamos podido hablar con Emily, la dueña, para disculparnos.

El final de la historia

Emily resultó reaccionar de forma totalmente opuesta a lo que nos imaginamos, hasta dijo que estaba preocupada porque pensaba que nosotros nos estaríamos sintiendo mal por casi arruinar su auto. Yo probablemente, si estuviese en su lugar me lo hubiese tomado distinto, una gran lección de actitud. Todo el viaje que hicieron los chicos para darnos una mano, si bien se estaban divirtiendo y de hecho lo vivieron como si fuese una especie de “misión”, nos mostró lo que estábamos esperando aprender de esta historia. Ese momento en el que te preguntás: “Qué es lo que voy a sacar de positivo con todo esto?” Todavía no lo habíamos aprendido hasta que los vimos llegar y bajar de su camioneta en la lluvia. Estas son las cosas que continúan reafirmando lo que siento cada vez que viajo y me encuentro con seres increíbles. Es que este mundo está lleno de grandes personas y a veces con lo que vemos que pasa día tras día probablemente hace que nuestras esperanzas de ese “lugar mejor” se vayan esfumando. Yo siento que todavía están ahí y en esas pequeñas actitudes las veo querer consolidarse en el colectivo humano, sólo necesitamos observar un poco más.

En fin, nos ahorramos 600 dólares de la grúa, el auto finalmente tuvo arreglo y entre los 3 sólo tuvimos que pagar alrededor de 200 dólares más el tanque de la camioneta de Edoardo. La anécdota de ese día va a quedar en nuestro memoir viajero… el día en que viajando por el sur de Nueva Zelanda le pusimos al auto Diesel en lugar de nafta…

Thanks to Emily, Gábor, Edoardo, Máté and Megan our boss for being such an amazing people 🙂

Gracias Gor por recibirnos nuevamente en tu dulce morada 🙂

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Daiana Fernandez

Daiana Fernandez

Argentina viajera y nómada de alma desde 1989.
Slow Traveler, me gusta viajar lento y tomarme mi tiempo para conocer una cultura nueva. Acuariana apasionada por la fotografía, la escritura y el storytelling.

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