Andar en bicicleta, los atardeceres, las fogatas. Los roadtrips, los mapas. Dormir bajo el cielo estrellado, el sonido del mar, el océano turquesa. Los reencuentros con amigos, volver a casa, las cosas no planeadas.
Reírte hasta que te duela la panza, las anécdotas. El abrazo con mamá, las charlas con mis hermanas. Escribir, el olor a los libros viejos y nuevos. La música, las bandas en vivo. Levantarse, hacer yoga. Bañarse (y más cuando pasaste acampando 3 días sin una gota de agua). Llevar a mis sobrinos a la plaza. Tomar helado.
Los asados entre semana, las “coincidencias”, el “hola”, el “gracias” y el “por favor”. La arena blanca, los asientos de emergencia, ver las ciudades desde el cielo. La chocolatada y los smoothie bowls.